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Las Azores. Tranquilidad a tiro de piedra


Azores Acerca de la belleza del archipiélago de las Azores cuenta la tradición que, en una ocasión, un matrimonio de extranjeros contemplaba en silencio la Caldeira das Sete Cidades y, de repente, su hijo de tan sólo seis años, tiró del faldón de la chaqueta de su padre inquiriéndole: "Papá, ¿es aquí donde vive Dios?". Ésta no es más que una de las muchas leyendas y relatos que envuelven este mítico paraíso terrenal.

Las islas Azores son un espectáculo de luz, imagen y color que sorprende al amante de la Naturaleza por su extraordinaria belleza. Tanto encanto se reparte entre las formas misteriosas de las lagunas azules, las abruptas alturas de sus montañas (con sus seductores miradores sobre la tierra y el mar), sus profundos y altaneros cráteres de antiguos volcanes, sus extensos y frondosos paisajes que mantienen la pureza original, a pesar del transcurrir de los años, o incluso entre el redescubrimiento mismo de la tranquilidad bucólica o de la melodía propia del silencio. En definitiva, proponemos un viaje, particularmente recomendado para el disfrute, la paz interior y el deleite del viajero. Es un recorrido inesperado a tierras sosegadas y apacibles, alejadas del turismo de masas y que se ajusta, de forma especial, a todo aquel que pretenda una escapada idílica, fortuita y mágica. Es todo un hecho insoslayable que estas vacaciones soñadas se conviertan en un grato motivo de recuerdo y, a buen seguro, queden grabadas a fuego, por siempre, en su memoria. Las islas mágicas de las Azores se pueden considerar el extremo de Europa en pleno océano Atlántico. Cada isla del archipiélago es un crisol de paisajes y razas, construido sobre la base tradiciones seculares y de vivencias que conservan el necesario equilibrio con la Naturaleza.

La isla más grande, San Miguel, se siente orgullosa de sus tres grandes y preciosas lagunas (Sete Cidades, Fogo y Furnas) y de la vida bulliciosa de Ponta Delgada. Justo al lado se halla Santa María, con pendientes cubiertas de viñedos en la bahía de San Lorenzo, y la capilla de los Anjos, donde Colón oró en su viaje de regreso, tras descubrir América. En el centro de las Azores se sitúan cinco grandes islas que se hallan muy próximas unas de otras. La isla de Terceira rememora hechos históricos en Angra do Heroísmo, primera ciudad europea nacida en el Atlántico, que fue declarada Patrimonio de la Humanidad por su riqueza histórica, ecológica, cultural y artística. Faial es el fresco azul de las hortensias y su puerto acoge a los amantes de yates y barcos lujosos. Justo enfrente, se halla la montaña que nace del mar y que guarda la sabia tradición ballenera de la isla del Pico. El inmenso verde de los pastos, los saltos de tierra junto al mar, en la misma base de sus vertiginosos y elevados acantilados, modelan la silueta de San Jorge. Graciosa es la isla más pequeña y posee una misteriosa laguna justo en el fondo de una cueva volcánica, además de numerosos y frondosos campos cubiertos de viñedos sobre los que agitan sus brazos los molinos. Por su parte, la isla de Flores es un auténtico jardínque aparece rodeado de mar y que se alza como un espectáculo encantador de lagunas excavadas por los mismos volcanes. Corvo es una curiosa isla en miniatura que posee, en su centro, un hermoso y amplio cráter.

Por todo ello, visitar las Azores es reencontrarse con parte del paraíso original,donde el hombre y la Naturaleza se dieron la mano para moldear la belleza eterna. Esta palabra tan digna adquiere su máximo significado y dimensión en cada palmo de terreno. Todavía hoy, sus palacios, iglesias y fortalezas rememoran tiempos pasados en los que las Azores fueron el puerto de escala de las naves cargadas con los tesoros de América y Oriente. El colorido de sus fiestas populares y los numerosos sabores tradicionales de una cocina secular son encantos propios de las Azores. Todo ello contribuye de forma importante, a que la experiencia de su visita se convierta en un acontecimiento inolvidable. El verde intenso y el azul celeste son los colores básicos de las Azores. Con el paso contundente de los años, el hombre ha ido incorporando esos colores vivos a las características franjas que enmarcan sus puertas y ventanas. Es por ello todo un espectáculo de luz y color admirar el contraste del blanco de la cal con el negro del basalto, cincelado por las caprichosas formas del barroco. O también disfrutar con el centelleante oro con el que se han recubierto los interiores de sus esbeltas iglesias.

Pero las Azores también saben de tradición y artesanía. Es másque recomendable hacer un alto en el camino para observar la forma y la creación artesanal de las colchas tejidas en sus telares manuales, que repiten antiguos modelos. En ellos merecen especial contemplación las delicadas flores que han sido añadidas con escamas de pescado; o incluso maravillarse con las traslúcidas miniaturas talladas en madera de médula de higuera, que se consideran el ejemplo más señero de la artesanía autóctona que el viajero puede y debe descubrir en todas y cada una de las islas que componen el archipiélago. Pero aún hay más por descubrir. Desde el pausadoritmo de las danzas de un folclore que permanece vivo y siempre presente, muestra de las expresiones propias de una religiosidad ancestral y popular, al fragante aroma de las recetas de una cocina enriquecida con pescado fresco y carne tierna o hasta el delicioso sabor de sus piñas. Todo es color,riqueza y esplendor en Azores.

San Miguel, la isla más grande En San Miguel, la mayor de las Azores, es posible encontrar lagunas cuya belleza no puede dejar impasible a quien las contemple. Este paraíso natural se conjuga sabiamente con el movimiento que muestran sus calles, en las que también se palpa el bullicio propio de una gran ciudad. Este ir y venir de gentes contrasta con otros espacios más tranquilos, abiertos y sosegados que posee la isla, en los que se pueden admirar extensos e intensos mantos verdes que se funden de forma magistral con el colorido espectacular de sus flores. Aún así, lo primero a contemplar son las lagunas que cautivan el corazón y crean poemas y sentimientos en la mirada. Sete Cidades, situada sobre una acuarela viva en la que siguen predominando el verde y el azul, evoca una leyenda de princesas desafortunadas, de reinos perdidos. Fogo, dramática y silenciosa, está enmarcada en lava y mar. Furnas, por su parte, es un espejo de agua que parece proceder de un mágico cuento de hadas, en la que no falta la espiral gótica de una capilla. Después se halla el Vale das Furnas, lozano jardín en el fondo de un amplio cráter, por donde discurren sigilosos riachuelos de agua caliente y cristalina. En su interior, el romántico Parque Terra Nostra, entremezcla de forma singular especies exóticas tropicales con otras que proceden de países más fríos. El vapor caliente de Caldeiras demuestra el supuesto origen volcánico de la isla.

Otra actividad interesante en San Miguel es la visita a la única plantación de té de Europa que, como curiosidad, merece una visita aparte. La principal ciudad de San Miguel es Ponta Delgada. Geográficamente aparece asomada a una ensenada. Es el corazón turístico de esta isla. Cuenta con varios museos y monumentos, calles cargadas de historia, y un sinfín de hoteles, restaurantes y tiendas. Ponta Delgada posee una flota marina que alberga los veleros procedentes de Europa y América y por la noche, para quien lo prefiera, también existe un espectáculo de color y animación. Ribeira Grande, al otro lado de la isla, muestra en su iglesia principal el curioso Arcano. Quedarían por visitar Lagoa, Povoaçâo (donde desembarcaron los primeros pobladores), y Vila Franca do Campo, puntos de obligada parada para un mejor conocimiento de la isla y de su historia.

Las playas más bellas Recortada por profundas bahías, Santa María posee las playas más bellas de las Azores y las que disfrutan de más horas de sol. Sus olas desafían a los surfistas; y la pesca deportiva de altura, la vela, el windsurf y el submarinismo atraen a los que prefieren unas vacaciones deportivas. Vila do Porto, Espírito Santo, Anjos y San Pedro son etapas de un itinerario que nos da a conocer iglesias, conventos y fortalezas que rememoran los tiempos pasados. Durante la estancia en Santa María hay tiempo para disfrutar de un buen pescado, sabrosas lapas y "cracas" arrancadas de las rocas, además de poder degustar los dulces procedentes de sus recetas tradicionales. Recorrer Graciosa es pasear por entre el ajedrez verde de las vides, orladas en las paredes de lava de los corrais. Hay que subir a los montes redondeados, encantadores miradores, y admirar la vegetación frondosa de Caldeira, donde la Furna do Enxofre (Caverna de Azufre) permite penetrar en el interior de un volcán extinguido que cuenta con una misteriosa laguna subterránea, y descubrir, a lo largo de la costa, profundas bahías y pequeños islotes que nos deleitan la vista por su belleza.

Donde hay viñas hay vinos, y los blancos y tintos de Graciosa acompañan perfectamente los platos de pescado, marisco fresco y carne de la gastronomía local. Para completar el menú, nada mejor que los dulces tradicionales y un vaso de aguardiente, destilado en viejos alambiques de cobre.

Terceira-Pico y Faial Terceira es el puerto donde anclaron los galeones sobrecargados por el peso de las especies de Oriente, del oro y de la plata de América. Las calles rectilíneas de una ciudad como Angra do Heroísmo nos trasladan, sin darnos cuenta, al ambiente refinado y selecto de los siglos XVII y XVIII. Angra do Heroísmo, ciudad Patrimonio de la Humanidad, es el primer ejemplo del urbanismo europeo del siglo XVI, en pleno Atlántico. Sin duda, merece esta clasificación por sus calles, que conservan la arquitectura de otros tiempos, por sus iglesias, palacios y museos, y por las poderosas murallas de su fortaleza, que defendieron la ciudad y el puerto de los ataques de los corsarios. También sobresale el centro histórico de Praia da Vitória, con la iglesia gótica de Sâo Sebastiâo, erigida por los primeros pobladores; las casas solariegas, las iglesias, las capillas de Sâo Carlos, Fontinha, Sâo Brás y Lajes, así como las obras primas de la arquitectura popular de los imperios consagradas al culto del Espíritu Santo. En Terceira se halla la curiosa Caldeira de Guilherme Moniz, un cráter volcánico de 15 Km de perímetro, así como las cuevas de Algar do Carvâo, con paredes de lava y basalto. Toda la isla de Pico nos habla de gigantes, tanto en la montaña que nace del mar como en los hombres que, en un esfuerzo de titanes, han transformado la oscura lava en casas, viñas y campos de cultivo. Visitar la isla de Pico es penetrar en un pequeño mundo construido, durante siglos, por balleneros, agricultores y pescadores.

La isla de Faial es una permanente invitación a pasear por sus paisajes, a subir hasta Caldeira, que oculta un amplio y poético cráter en tonos de musgo, a admirar el majestuoso perfil de la montaña de la isla de Pico, las islas de Sâo Jorge y Graciosa y a disfrutar de las horas de sol en las playas de Porto Pim o Almoxarife. El bucólico paisaje salpicado de blanco por las floridas poblaciones de Sâo Jorge que se alinean en la costa o en lo alto de los acantilados son un buen final de ruta para el viajero.

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